Nos encontramos en un gran problema: se nos están acabando los adjetivos para describir a Carlos Alcaraz y eso que apenas tiene 18 años. Este domingo terminó de confirmar, que, a su corta edad, está para grandes cosas luego de haber levantado su primer Masters 1000 en Miami.
Si bien es cierto que ya había logrado un trofeo de ATP 500 y venía jugando a un nivel altísimo, el Miami Open fue el quiebre necesario para ir por más. Tras haber caído en semifinales en Indian Wells, el objetivo estaba claro y parecía que no había nadie que se interpusiera. Cediendo solo un set en todo el certamen, se impuso de punta a punta para celebrar con su gente en una semana tan especial para él y para su entrenador. Juan Carlos Ferrero perdió a su padre y «Carlitos» le dedicó todos los triunfos como muestra de enorme afecto y como reafirmación de la gran y fructífera relación entrenador-jugador.
A partir del lunes será 11° en el mundo, aunque nadie se lo cree porque el nivel del español no se condice con el ranking. Un tenis superlativo completo de recursos son parte de un jugador destinado a dominar el circuito en todos los sentidos. Carismático, buena persona, amateur en ocasiones que lo requieren y con las mismas ganas de triunfar que tenía de niño.
El circuito necesitaba un tenista como Alcaraz, que llegara para cerrar grietas y encolumnar a los fanáticos detrás de una figura. Verlo jugar es un deleite visual para los amantes de este deporte, por la gran cantidad de variantes que expone en cada partido. Potencia, delicadeza, inteligencia, explosividad, velocidad y ahora paciencia, pueden describir perfectamente el juego del pupilo de Ferrero.
Todo indica que este domingo comenzó una nueva era en el tenis mundial, la era de Carlos Alcaraz. Si todo sale bien y continúa por este curso, no es descabellado pensar que pueda tomar el número uno del mundo más temprano que tarde. El presente es alentador, el futuro no lo sabemos, pero de algo estamos seguros: lo vamos a disfrutar mucho.
